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Aunque para Pável y Anna ha llegado la hora de despedirse de la Brigada Ártica, aún les quedan mitos y rumores por comprobar. Según uno de ellos, el Ejército ruso envía maquinaria de última generación al Ártico para probarla en las condiciones más extremas. Cada periodista elige un vehículo blindado y, después de recibir instrucciones sobre su manejo, parten en carrera.

El coronavirus ha llevado al planeta a una situación que supera con mucho lo que se juzgaba creíble: nadie esperaba algo así, ni siquiera la comunidad médica. Pero llegado el caso, estos profesionales se han puesto resueltamente al frente de la lucha contra esta enfermedad, a veces a costa de su salud y hasta de la vida. Desde esa primera línea que son los hospitales informan, aconsejan e incluso regañan si hace falta para detener la pandemia. Si hay alguien con autoridad para hacerlo, son ellos.

Simplemente, una mirada sobre la vida diaria en Corea del Norte. Una mirada fría, desapasionada, en la que los propios norcoreanos toman la palabra para hablar de sus esperanzas, sus ilusiones, sus alegrías cotidianas, sus sentimientos hacia el país en el que viven y el líder que los dirige. ¿Qué los mueve a afrontar el día a día? ¿Se puede ser feliz viviendo en el régimen autoritario más aislado del mundo? Respuesta: “¿Autoritario? ¿Cómo que autoritario…?”

Ruanda es un país que a pesar de las heridas que dejara el genocidio en 1994 sueña con olvidarlo y levantarse. Este proceso se está dando gracias a los esfuerzos de muchas mujeres, que después del genocidio conformaron la mayoría de la población del país. Estas mujeres organizadamente y con decisión superan muchas situaciones, donde, tal vez, un hombre se daría por vencido.

La pandemia de Covid-19 ha puesto en un estado de alarma jamás visto a los hospitales de Moscú; su personal sanitario lucha contra una enfermedad cuyas características parecen ponerlo casi todo en contra de los médicos: contagiosidad, latencia, sintomatología... Trabajan manejando un puñado de certezas, y los conocimientos a menudo deben unirse a la improvisación para lograr resultados. ¿Cómo se trabaja allí donde los enfermos más graves se debaten entre la vida y la muerte?

Denunciar la corrupción policial puede salir muy caro incluso en la tierra de la libertad. Al estadounidense John Mark Dougan le costó perderlo todo cuando vio su vida tan amenazada que decidió huir de su país dejando atrás a su familia y solicitar asilo político… en Rusia, país que sigue acogiéndole. Pese a que sus acciones iban dirigidas a destapar los trapicheos y abusos dentro del cuerpo de Policía del condado de Palm Beach, las autoridades se dedicaron a perseguirlo e investigarlo a él.

La investigación del incendio en la catedral de Notre Dame del año pasado apenas ha arrojado resultados, y si a eso se le suma el valor artístico, espiritual y simbólico de lo perdido, el terreno queda abonado para toda clase de conjeturas, a cuál más perversa, interesada o insensata. Cuando ya las llamas se habían extinguido, los rescoldos siguieron mucho tiempo ardiendo en las redes sociales. Ajenos a ello, quienes realmente aman el templo se limitan a sobrellevar humildemente su dolor.

En Israel existe un servicio especial que informa a los familiares de los soldados fallecidos en combate. La tarea principal de los oficiales de este servicio es encontrar a la familia del soldado fallecido cuanto antes e informarles de la tragedia en persona. No es un plato de gusto para nadie, pero se esfuerzan en hacerlo de la forma más delicada posible. Los que trabajan en esto saben que el momento más duro es cuando llaman a la puerta.

Un parón insospechado en la vida de millones de personas: planes en compás de espera, aburrimiento hasta decir basta, creatividad desaforada, psicosis e incertidumbre al alza y una pizca de locura. El confinamiento por la pandemia de coronavirus ha metido de lleno al mundo en una situación que no hace ni un par de meses apenas resultaba más verosímil que una invasión marciana. Y nos está poniendo a prueba: ¿cómo gestiona día tras día el ciudadano de a pie el encontronazo con lo inimaginable?

El hospital Kommunarka de Moscú está al frente de la lucha contra la Covid-19 en Rusia, y aunque cuenta con modernos equipos médicos, su gran baza es la gente que trabaja en él: han perdido la cuenta de las horas que pasan en el trabajo y han alejado de sí a sus seres queridos ante el riesgo de contagio, pero rebosan orgullo por lo que hacen. Saben que en esta situación inaudita todas las miradas y toda la confianza están puestas en ellos, así que el miedo y el desaliento están descartados.